Boletín 07: abril de 1994
Sábado 2 de abril de 1994
José en la historia egipcia antigua
Es increíble cómo los historiadores y los arqueólogos han tratado de “explicar” a su manera algunas evidencias que ratifican lo que dice la Biblia. Mitos y leyendas derivados de eventos reales de los tiempos bíblicos pululan por todo el mundo, como por ejemplo, la gran cantidad de historias acerca de un “diluvio”. Sin embargo, para los escépticos estas son solo “pruebas” de que la Biblia fue influenciada por estos mitos.
Lo cierto es que estos mitos son corrupciones de la verdad, creadas por Satanás para convencer a los hombres de que en su propia sabiduría son más sabios que Dios. Indudablemente, estas cosas llevan a las personas a negar completamente la existencia de Dios y las verdades de la Biblia.
A pesar de todo esto, a nadie le parece extraño que toda civilización conocida tenga algún tipo de sistema religioso. Si Dios no existe, ¿de dónde provienen todas esas ideas de dioses y religiones? Sencillamente de las verdades originales conocidas por la familia original postdiluviana de Noé. Lo cierto es que las evidencias encontradas certifican el relato bíblico, y no los mitos y las leyendas. Aun así, siempre existirán aquellos que sencillamente no quieren darse cuenta de ello.
Algunas de estas grandes evidencias se relacionan a la historia de José en el antiguo Egipto. Las inscripciones en un monumento a Horemheb, un faraón que gobernó varios años después del éxodo, proveen evidencia de la invitación que le hizo el faraón de José a la familia de Jacob para que se establecieran en Egipto.
Habla de una comunidad de pastores provenientes del “norte” que solicitan que se les permita pastar su ganado en Egipto “como acostumbraba el padre de sus padres desde el principio”. Existe también una representación en la tumba de Tehuti-hetep en Bersheh que muestra una manada de ganado sirio entrando a Egipto, con la siguiente inscripción:
“Una vez pisasteis tierras sirias. Ahora, aquí en Egipto, te alimentarás en verdes pastos” (Jack Finegan, Luz del lejano pasado).
Las evidencias que se relacionan más detalladamente con la historia de José son el centro del estudio de este boletín. Pero antes, establezcamos el marco histórico de nuestro estudio.
De acuerdo a nuestra cronología, basada en el registro bíblico, el diluvio ocurrió cerca del 2.398 a.C. Abraham dejó Jarán hacia el 1.921 a.C., unos 427 años después del diluvio. Al poco tiempo (no sabemos exactamente cuándo) él y Sara se fueron a Egipto a causa de la hambruna en Canaán.
El relato bíblico dice muy poco sobre la visita de Abraham a Egipto (Génesis 12:10-20), pero nos cuenta que Abraham engañó al faraón acerca de quien era Sara, diciéndole que era su hermana. En parte era verdad, pues aunque ella era su esposa, también era su media hermana.
A causa de su belleza, el faraón la llevó al palacio real (Génesis 12:12-15), pagándole a Abraham muy bien por ella (vers. 16). Dios, sin embargo, intervino, haciendo que cayesen ciertos tipos de plagas sobre el faraón (vers. 17). Cuando este se dio cuenta de la causa de sus problemas, llamó a Abraham y le preguntó por qué le había mentido sobre Sara (vers. 18, 19). Entonces mandó que sus hombres escoltaran a Abraham y su entorno fuera de Egipto (vers. 20).
Para ese momento ya Egipto era una nación rica y gracias al pago recibido por Sara, Abraham se convirtió en un hombre rico; con mucho ganado, oro y plata (Génesis 13:1, 2). La evidencia también indica claramente que fue en esa época que se aprobó la regulación que prohibía a los egipcios comer, tomar o fraternizar con pastores extranjeros (Génesis 46:34).
Cuenta Josefo que Abraham fue el responsable de llevar el conocimiento durante la primera parte de la Dinastía I, hacia el año 1915 a.C.
No fue sino hasta unos 200 años después que José fue elevado a su alta posición en Egipto, segundo después del faraón. Y efectivamente, es durante la Dinastía III que entra en escena uno de los personajes más increíbles del registro antiguo egipcio: un hombre llamado “Imhotep”.
Durante años, los egiptólogos dudaron que Imhotep era una persona real, pues les parecía difícil creer todos los logros acreditados a él en el registro histórico, más de mil años después en que supuestamente vivió. Algunos han catalogado a Imhotep como el “Leonardo Da Vinci” del antiguo Egipto, aunque la verdad es que fue mucho más que eso. Leonardo ganó reputación de genio, mientras que Imhotep fue elevado al rango de dios.
En la larga lista de “dioses” egipcios, muy pocos son los que vivieron entre ellos, como Imhotep. Manetho escribió que “durante su reinado [de Djoser, faraón de la Dinastía III] vivió Imouthes [es decir, Imhotep], quien gracias a su conocimiento médico tenía la reputación de Asclepius [el dios griego de la medicina] entre los egipcios y quien fue el inventor del arte de construir con piedras talladas”. Fue esta afirmación la que hizo que los especialistas dudaran de la existencia de una persona real llamada Imhotep. En 1926, sin embargo, se develó la interrogante: Imhotep fue una persona real.
Cuando se realizaron excavaciones afuera de la pirámide escalonada en Sakkara, se encontraron fragmentos de una estatua del faraón Djoser. En su base tenía inscritos los nombres Djoser e “Imhotep, Canciller del rey del bajo Egipto, segundo después del rey, administrador del gran palacio, señor heredero, sumo sacerdote de Heliopolis; Imhotep el constructor, el escultor, el artesano de esculturas de piedra”.
¿Concuerda esto con lo que conocemos de José? La Biblia es clara acerca del rango que este tenía bajo el faraón:
“Quedarás a cargo de mi palacio, y todo mi pueblo cumplirá tus órdenes. Sólo yo tendré más autoridad que tú, porque soy el rey. Así que el faraón le informó a José:—Mira, yo te pongo a cargo de todo el territorio de Egipto. De inmediato, el faraón se quitó el anillo oficial y se lo puso a José. Hizo que lo vistieran con ropas de lino fino, y que le pusieran un collar de oro en el cuello. Después lo invitó a subirse al carro reservado para el segundo en autoridad, y ordenó que gritaran: «¡Abran paso!» Fue así como el faraón puso a José al frente de todo el territorio de Egipto. Entonces el faraón le dijo:—Yo soy el faraón, pero nadie en todo Egipto podrá hacer nada sin tu permiso” (Génesis 41:40-44).
Aquí parece sugerirse que José fue la primera persona en recibir este honor de parte de un faraón, algo que de hecho se confirma por las evidencias encontradas en Egipto. Si este Imhotep era José, debía existir alguna evidencia que lo conectara al registro bíblico. Veamos:
Una inscripción que narra una hambruna de siete años.
La posición principal de José era la de un primer ministro, e Imhotep parece ser el primero que gozó de semejante poder en el antiguo Egipto. Existen registros de muchos visires durante la historia de Egipto, pero la primera evidencia que conecta a Imhotep con José es una increíble inscripción tallada en una gran piedra en la isla de Sihiel, justo debajo de la primera catarata del Nilo.
La inscripción afirma ser una copia de un documento escrito por Djoser en el décimo octavo año de su reinado. La copia fue escrita unos mil años después de los acontecimientos que relata.
Cuenta acerca de una hambruna de siete años y de siete años de abundancia. Tomemos unos pocos pasajes de la inscripción y comparémoslos con el registro bíblico, sin olvidar que fue escrita mil años después de los acontecimientos que describe:
1. Comienza hablando de la gran preocupación del faraón: “Estuve acongojado en el Gran Trono…” “A la mañana siguiente se levantó muy preocupado” (Génesis 41:8).
2. En la inscripción el faraón está preocupado por una hambruna y le pregunta a Imhotep quién es el dios del Nilo, para saber a quién dirigirse por el problema de la sequía: “Le pregunté quién era el chambelán… Imhotep, hijo de Ptah… ‘¿en dónde nace el Nilo? ¿Quién es el dios allí? ¿quién?’” Imhotep responde: “Necesito la guía de aquél que gobierna sobre las redes de cacería…” “No soy yo quien puede hacerlo —respondió José—, sino que es Dios quien le dará al faraón una respuesta favorable” (Génesis 41:16).
En el texto egipcio Imhotep es llamado “hijo de Ptah”, quien es el dios egipcio “creador” de todas las cosas, incluyendo a los otros dioses.
3. En la inscripción, Imhotep le habla al faraón acerca del dios del Nilo y le dice a dónde vive. En la Biblia, José interpreta el sueño del faraón. Sin embargo, la narración continua diciendo que el faraón se durmió y que Khnum, el dios del Nilo, se le reveló en un sueño en el que le prometió que el Nilo vertería sus aguas y la tierra produciría abundantemente por siete años, después de una sequía de siete años. Este texto refleja la circunstancia del sueño del faraón de siete años de abundancia y siete de hambruna, aunque al revés.
4. La inscripción continúa narrando la promesa de Djoser al dios del Nilo Khnum, en nombre de quién la gente debía pagar un impuesto del diez por ciento de todo, exceptuando a los sacerdotes de la “casa de dios”. “José estableció esta ley en toda la tierra de Egipto, que hasta el día de hoy sigue vigente: la quinta parte de la cosecha le pertenece al faraón. Sólo las tierras de los sacerdotes no llegaron a ser del faraón” (Génesis 47:26).
Aquí tenemos una inscripción que cuenta cómo el faraón Djoser le pide a Imhotep, su visir, que lo ayude con el problema de una hambruna de siete años. Imhotep le dice que debe consultar al dios pues él no tiene la respuesta. Entonces el faraón tiene un sueño que presagia el futuro. Luego siguen siete años de abundancia, en un orden inverso al relato bíblico. El faraón impone un impuesto del diez por ciento a toda la población con excepción de los sacerdotes. El relato bíblico habla de un impuesto de un quinto, es decir, 20 por ciento, exentando a los sacerdotes. Todos los componentes del relato bíblico están presentes en la inscripción, con la diferencia de que la historia ha sido adaptada a sus creencias religiosas.
Se cree que esta inscripción data del siglo II a.C. y que fue hecha por los sacerdotes de Khnum para justificar su reclamo por la posesión de ciertas tierras. Parte de la inscripción dice que el faraón dedicó parte de la tierra y de los impuestos al dios. Pero esta no es la única inscripción con esta historia. Existe otra parecida en la isla de Philae en la que los sacerdotes de Isis afirman que Djoser le dio el mismo regalo a su dios por la misma causa. Así como la historia del diluvio se encuentra en casi todas las culturas antiguas, aunque distorsionada para ajustarse a sus propios propósitos y dioses; aquí tenemos la historia de José distorsionada para ajustarse a la necesidad de los sacerdotes de los diferentes dioses para sustentar el reclamo de ciertas tierras.
“Imhotep, la voz del Dios Im (Yo Soy)”
En egipcio antiguo, el nombre Imhotep significa “la voz (o la boca) de Im”; pero no existe registro alguno de un dios egipcio llamado “Im”. Sin embargo, nosotros sí conocemos a un Dios que en inglés se llama “I am”, es decir, “Yo Soy”.
” —Yo soy el que soy —respondió Dios a Moisés—. Y esto es lo que tienes que decirles a los israelitas: ‘Yo soy me ha enviado a ustedes’” (Éxodo 3:14).
“Ciertamente les aseguro que, antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!” (Juan 8:58).
Dios le dijo a Moisés que le dijera al faraón que “Yo Soy” (I am) era el nombre mediante el cual los egipcios habían conocido al Dios de José. ¿Habrá sido “Im” el mismo “Yo soy” (I am)?
El nombre que según la Biblia le fue dado a José por el faraón, “Zafnat-Panea”, ha sido traducido como “Dios vive” o “Dios habla”. En vista de que no hay claridad sobre el significado de la expresión egipcia “hotep”, es posible que la traducción de Imhotep (la voz de “Yo Soy”) sea idéntica al nombre bíblico dado a José (Dios vive, Dios habla).
Imhotep, el médico
Imhotep es el médico más antiguo del que se tenga registro, y aunque la Biblia no menciona que José haya sido médico, sí nos da una pista importante en este sentido:
“Luego ordenó a los médicos a su servicio que embalsamaran el cuerpo, y así lo hicieron” (Génesis 50:2).
Aquí se afirma que los médicos estaban directamente subordinados a José. Más adelante, cuando Imhotep se consolidó como “el Dios de la salud”, la forma en la que sanaba lo ata directamente a José.
Antiguos escritos griegos mencionan un gran santuario situado en Menfis al que la gente acudía de todas partes a ser sanadas por Imhotep. Le oraban, le traían ofrendas y pasaban la noche en su santuario. Era una especie de “Lourdes” del antiguo Egipto. Se dice que el dios Imhotep venía en sueños a las personas y las curaba. ¿Existe alguna conexión entre José y los sueños?
“Sus hermanos replicaron:—¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que nos vas a someter? Y lo odiaron aún más por los sueños que él les contaba” (Génesis 37:8).
Recordemos los sueños de José acerca de él y sus hermanos atando gavillas. Las gavillas de ellos se postraron ante la de José, que permaneció erguida. Esto ocasionó un gran resentimiento hacia él.
“Ahora sí que le llegó la hora. Vamos a matarlo y echarlo en una de estas cisternas, y diremos que lo devoró un animal salvaje. ¡Y a ver en qué terminan sus sueños!” (Génesis 37:20).
La sabiduría de Imhotep
El relato bíblico también habla de la sabiduría de José:
“Luego le dijo a José:—Puesto que Dios te ha revelado todo esto, no hay nadie más competente y sabio que tú” (Génesis 41:39).
La evidencia nuevamente apunta hacia Imhotep, pues este también fue reverenciado por su sabiduría. En varias inscripciones de épocas más recientes, se hace referencia a las “palabras de Imhotep y de Hardedef…”, y se procede a explicar que sus “palabras” eran recitadas en su día.
Hasta ahora no se ha encontrado ninguna de las obras de Imhotep. Sin embargo, existen varias obras de “sabiduría” atribuidas a un tal “Ptahotep”, de quien solo se sabe que era visir de un rey de la Dinastía V. Sin embargo, se sabe que hubieron cinco “ptahoteps”, todos visires de faraones de la Dinastía V, todos sacerdotes de Heliopolis, u “On”. La evidencia parece indicar que después de Imhotep los visires continuaron teniendo la misma importancia de la que este había gozado, incluyendo a estos visires más modernos a quienes se les acreditaron las acciones y los escritos de Imhotep. Después de todo, los egipcios acostumbraban a hacer esto.
Asumamos por un momento que José escribió una colección de proverbios; por supuesto, inspirados por Dios. Dada la inmensa confianza que el faraón le tenía, estos comenzaron a ser reverenciados por los escribas y por el pueblo. Su fama como sabio se expandió por todo Egipto y se convirtió en referencia de sabiduría. Sin duda su sabiduría provenía del Dios verdadero, el Dios de Abraham. ¿No era de esperarse que José pasara esta sabiduría proveniente de Dios a aquellos a su alrededor? De hecho, la Biblia afirma que fue precisamente eso lo que hizo:
“Pero envió delante de ellos a un hombre: a José, vendido como esclavo […] El rey ordenó ponerlo en libertad, el gobernante de los pueblos lo dejó libre. Le dio autoridad sobre toda su casa y lo puso a cargo de cuanto poseía […] para instruir a sus príncipes e impartir sabiduría a sus ancianos” (Salmos 105:17-21).
Después de la muerte de José, otros copiaron sus sabias palabras y se las apropiaron, tal vez personalizándolas un poco para adaptarlas a cada circunstancia. Al pasar de generación en generación sus escritos, en vez de ser atribuidos a Imhotep fueron atribuidos a Ptahotep, “la voz de Ptah”, el dios creador egipcio. Miles de años después aparecen diferentes papiros que afirman ser copias de “la instrucción de Ptahotep”. ¿Tiene sustento esta hipótesis?
Hay dos citas particulares en las enseñanzas de Ptahotep que indican que esto fue exactamente lo que pasó. Al final de estos manuscritos el escritor afirma que luego de haber vivido 110 años se acerca su muerte y que los honores que ha recibido del rey son mayores que los que recibieron sus ancestros. En otras palabras, recibió los mayores honores dados a un hombre por parte del faraón. La Biblia dice que José murió a los 110 años. Pero aún hay más, al continuar con el manuscrito este se hace más familiar para nosotros.
Este comienza igual que los proverbios de Salomón, con instrucciones para su hijo, la admonición de que son “útiles para todo el que las escuche” y “hay de aquél que las rechace”. Si tomamos en cuenta que el origen de la sabiduría de José es el mismo de la sabiduría de Salomón, notaremos que el paralelo entre ambos es indiscutible. La Biblia dice que Salomón sabía muchos, muchos proverbios:
“Sobrepasó en sabiduría a todos los sabios del oriente y de Egipto. En efecto, fue más sabio que nadie: más que Etán el ezraíta, y más que Hemán, Calcol y Dardá, los hijos de Majol. Por eso la fama de Salomón se difundió por todas las naciones vecinas. Compuso tres mil proverbios y mil cinco canciones” (1 Reyes 4:30-32).
Esta cita muestra que el concepto de “proverbio” era conocido por otros pueblos antiguos. No se nos dice si Salomón fue el autor de estos proverbios, o si estos fueron pasados de generación en generación por sus ancestros. Existen ejemplos de proverbios en muchas civilizaciones antiguas, pero los únicos que Salomón registró bajo inspiración divina y que subsisten gracias a la Biblia son muy similares a los antiguos proverbios egipcios que datan de la época de Imhotep. Con esto no estamos diciendo que Salomón se copió de los antiguos egipcios, sino que el Dios de sus padres le dio la misma sabiduría de sus antepasados, incluyendo a José. A continuación compararemos algunos pasajes bíblicos con otros de Ptahotep:
1) “No te enorgullezcas de tus conocimientos” (Ptahotep) “No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal” (Proverbios 3:7).
2) “Puedes planificar el mañana, pero no sabes qué te traerá” (Ptahotep) “No te jactes del día de mañana, porque no sabes lo que el día traerá” (Proverbios 27:1).
3) “Si pruebas el carácter de un amigo, no preguntes, más bien acércate y conversa con él a solas” (Ptahotep) “Defiende tu causa contra tu prójimo, pero no traiciones la confianza de nadie” (Proverbios 25:9).
4) “Si eres un hombre de confianza, enviado por un gran hombre a otro gran hombre, adhiérete a la naturaleza de quien te envía y entrega el mensaje tal y como te lo confió” (Ptahotep) “Como frescura de nieve en día de verano es el mensajero confiable para quien lo envía, pues infunde nuevo ánimo en sus amos” (Proverbios 25:13).
5) “Enséñale al grande lo que le sea útil” (Ptahotep) “Instruye al sabio, y se hará más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber” (Proverbios 9:9).
También encontramos paralelos en otros libros como los Salmos y el Eclesiastés:
6) “Si guardamos cada palabra, estas no perecerán en la tierra” (Ptahotep) “Él promulgó un decreto para Jacob, dictó una *ley para Israel; ordenó a nuestros antepasados enseñarlos a sus descendientes, para que los conocieran las generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los enseñarían a sus hijos” (Salmos 78:5-6).
7) “Cuídate del vicio de la codicia, una penosa enfermedad sin cura. No hay tratamiento para ella” (Ptahotep). “A algunos Dios les da abundancia, riquezas y honores, y no les falta nada que pudieran desear, pero es a otros a quienes les concede disfrutar de todo ello. ¡Esto es absurdo, y un mal terrible!” (Eclesiastés 6:2).
8) “Si eres un hombre de valor que se sienta en el concilio de su amo, concéntrate en la excelencia. Tu silencio es mejor que charlar […] gana respeto a través del conocimiento” (Ptahotep) “Más se atiende a las palabras tranquilas de los sabios que a los gritos del jefe de los necios” (Eclesiastés 9:17).
9) “El sabio se conoce por su sabiduría, el grande por sus buenas obras. Su corazón es igual que su lengua” (Ptahotep) “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto (Proverbios 18:21).
10) “Si eres uno entre los invitados de la mesa de uno mayor que tú, toma lo que te ofrece a medida que te lo sirvan” (Ptahotep) “Cuando te sientes a comer con un gobernante, fíjate bien en lo que tienes ante ti” (Proverbios 23:1).
Dios usó a José para establecer en Egipto un lugar de asilo seguro para el crecimiento y el desarrollo de la “semilla de Abraham” hasta que estuviesen listos para ser liberados en la tierra que Dios les había prometido. En Egipto, rodeados de paganismo, Dios no dejaría a su pueblo ni a los egipcios sin un acceso a la verdad.
La Biblia dice que José educó incluso a los “senadores” del faraón. Aunque esta sabiduría fue honrada por los egipcios y conservada para la posteridad por sus sabios, quienes copiaron muchos de sus escritos (y se los apropiaron); algunos de sus proverbios fueron registrados por los descendientes de José más de 700 años después, quedando preservados para nosotros en los libros de Proverbios, Eclesiastés y Salmos. Sabemos, sin embargo, que su sabiduría no tenía un origen humano, sino que era inspirada por Dios, así como lo fue la sabiduría de Salomón, la de David y la de todo el pueblo de Dios.
Imhotep es nombrado ya establecido el reinado de Djoser
Hay otras características de Imhotep que concuerdan con el relato bíblico de José. Sabemos que el faraón ya había sido rey por un período de tiempo indeterminado cuando llegó José e interpretó su sueño. La evidencia confirma que Imhotep no era el visir de Djoser durante los primeros años de su reino. De hecho, no existe mención alguna de Imhotep en los primeros monumentos dedicados a Djoser.
Imhotep no fue el arquitecto de la tumba de Djoser en Beit Khallaf, la cual fue probablemente construida poco después de que este se convirtiera en rey. En esta tumba, que es similar a las de las dinastías anteriores como Sakkara, podemos ver sellos de barro en los jarrones en los que está escrito el nombre Djoser, el nombre de su madre y de los oficiales de su reino; pero no se menciona a Imhotep, lo que indica que este no había sido nombrado en su posición para ese entonces.
La práctica común de los faraones era la de nombrar a sus oficiales tan pronto asumían el trono, dando preferencia a los miembros de su familia para las posiciones más importantes.
La información disponible acerca de Imhotep también concuerda con la de José. En algunas inscripciones, por ejemplo, su título indica que él no era miembro de la familia real, sino alguien venido de afuera. Esto es algo muy curioso, en vista de que el visir del faraón generalmente era su hijo.
Imhotep también era conocido como el “sacerdote de Heliopolis”, la ciudad bíblica de “On”. En la historia de José, se cuenta que su suegro era el “sacerdote de On” cuando José se casó:
“Y le cambió el *nombre a José, y lo llamó Zafenat Panea; además, le dio por esposa a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. De este modo quedó José a cargo de Egipto” (Génesis 41:45).
En vista que Asenath tenía edad suficiente para ser desposada, deducimos que su padre pudo haber tenido unos cuarenta años. Generalmente en el antiguo Egipto, la gente no vivía más de 50 años. Al morir el sacerdote o quedar incapacitado, su yerno quedaba a cargo de su posición, especialmente si este era apreciado por el faraón como lo era José.
Pero, al convertirse José en el “sacerdote de On”, ¿No estaba siéndole infiel al Dios verdadero? La respuesta es “no”. El faraón había reconocido el poder del Dios de José y aunque los egipcios seguían siendo idólatras, José les había dado a conocer a su Dios y en ningún momento flaqueó su lealtad hacia él. El título de “sacerdote de On” no implicaba que él fuese el sacerdote de un dios determinado, oficiando ceremonias religiosas. Era más bien un título honorario, mas bien de carácter político.
Imhotep, el arquitecto de la primera pirámide.
A Imhotep se le acredita el diseño de la primera pirámide y el haber comenzado a construir con piedras talladas en sustitución de los ladrillos de barro. Al estudiar la historia del antiguo Egipto, encontramos evidencias que indican que durante el reinado de Djoser Egipto se convirtió en una gran nación. Después de todo, habían reunido las riquezas de todas las naciones vecinas vendiéndoles granos durante la sequía.
Durante los siete años de abundancia, el pueblo, bajo la dirección de José, comenzó a organizar un gran centro administrativo que sería el centro de comercialización del grano para todas las naciones vecinas.
Se construyó un enorme complejo que sería la futura tumba del faraón, y que también incluía un gran espacio cerrado con inmensos graneros. El centro tenía una sola entrada y los graneros también tenían una entrada individual desde afuera. A continuación analizaremos el complejo de la pirámide escalonada en Sakkara.
José en Egipto
Los depósitos de granos
Alrededor de la pirámide escalonada, la primera en ser construida, y el complejo en el que se encuentra, hay un muro hermoso y elaborado. En la entrada principal de la pared oriental en el extremo sur, se encuentra un salón de 40 columnas, 20 en cada lado. Cada columna está conectada a la pared principal por una pared perpendicular, lo que crea pequeños “cubículos” entre cada columna. Si continuamos caminando hacia el frente, como para salir de este lugar encontramos una serie de pozos muy grandes y profundos.
Su tamaño es inmenso (mucho más grandes que una cámara mortuoria) y son accesibles desde el centro a través de un túnel. Estos sobrepasan considerablemente el nivel del piso y uno de ellos tiene unas escaleras que llegan hasta el fondo. Estas características no parecen indicar que hayan sido tumbas. Si lo fueran, serían subterráneas y no habrían sido tan grandes.
Estas gigantescas estructuras sobresalen notoriamente del piso, lo que indica que no eran secretas ni estaban escondidas, como las tumbas. Como los egipcios sepultaban a sus muertos con muchos materiales y provisiones para su “otra vida”, siempre tomaban muchas precauciones contra los saqueadores de sepulcros. Por lo tanto, estos pozos gigantes tuvieron que tener otro propósito. Es importante resaltar que cuando se han encontrado restos como estos en otras civilizaciones antiguas se han reconocido como “graneros”. No obstante, los egiptólogos tienen la tendencia e etiquetar todo lo que consiguen como “tumbas”.
Sin embargo, en el complejo fúnebre del faraón debajo de la pirámide encontramos compartimientos especiales para la vida futura del faraón y su familia. En ellos se encontraron granos y otros alimentos.
En el registro bíblico se cuenta que José reclutó hombres de todo el país de Egipto para que se encargaran de reunir y almacenar granos en todas las ciudades:
“Además, el faraón debería nombrar inspectores en todo Egipto, para que durante los siete años de abundancia recauden la quinta parte de la cosecha en todo el país. Bajo el control del faraón, esos inspectores deberán juntar el grano de los años buenos que vienen y almacenarlo en las ciudades, para que haya una reserva de alimento” (Génesis 41: 34-35).
José dio este plan al faraón antes de su nombramiento como visir o primer ministro. El plan fue implementado en vista de que para él sería imposible supervisar la recolección y el almacenamiento en todo el país. También sabemos que cuando comenzó la hambruna y los egipcios comenzaron a quejarse por la falta de alimento, se les pidió que fueran a donde José e hicieran lo que él les pidiese. Esto indica que José era quien daba las órdenes para la distribución de los granos:
“Cuando también en Egipto comenzó a sentirse el hambre, el pueblo clamó al faraón pidiéndole comida. Entonces el faraón le dijo a todo el pueblo de Egipto: ‘Vayan a ver a José, y hagan lo que él les diga’. Cuando ya el hambre se había extendido por todo el territorio, y había arreciado, José abrió los graneros para vender alimento a los egipcios” (Génesis 41:55-56)
También cuando comenzaron a llegar extranjeros a Egipto en busca de granos, estos fueron directamente a José:
“José era el gobernador del país, y el que vendía trigo a todo el mundo. Cuando sus hermanos llegaron ante él, se postraron rostro en tierra” (Génesis 42:6).
Los hermanos de José hablaron directamente con él en persona. Pensamos que el lugar a dónde fueron fue Sakkara, en donde se preservan los restos de este fantástico complejo. Aquí era donde Djoser había construido once pozos gigantescos que solo pudieron haber sido utilizados como graneros.
Cada ciudad había almacenado granos para su región, pero en este complejo de Sakkara estaban estos pozos gigantes que deben haber contenido una enorme cantidad de granos; más de lo que una sola ciudad habría necesitado.
En la entrada del complejo, como dijimos anteriormente, hay cuarenta cubículos pequeños del tamaño exacto como para albergar a la persona que atendía y entregaba el recibo de pago a los compradores. Deben haber habido varios “cajeros” que atendían en varios idiomas, según el país de donde provenían los compradores. Los egiptólogos piensan que estos cubículos contenían estatuas, no obstante, no se han encontrado pedestales entre los escombros. Este es un detalle muy importante, puesto que las estatuas egipcias siempre eran erigidas sobre pedestales. Generalmente las estatuas se perdían, pero los pedestales quedaban.
El diseño de los pozos es impresionante. De los once, uno tiene una escalera muy elaborada que llega hasta el fondo. Todos los pozos están conectados entre sí por un túnel subterráneo. Los pozos se llenaban y eran sellados con tablas de madera y con piedras. Podía accederse a la totalidad de los granos desde una sola puerta, la única que da hacia afuera de la pared que rodea al complejo. Además, se han encontrado granos al fondo de estos pozos, algo que los egiptólogos han tratado de explicar aduciendo que provienen de los alimentos que se colocaban junto a los fallecidos que fueron sepultados allí. Sin embargo, hasta la fecha no se han encontrado evidencias de que alguien haya sido sepultado en ellos.
¿Concuerda esto con el relato bíblico? Cuando los hermanos de José acudieron a él en busca de granos, hablaron con él y le pagaron. Al recibir el producto, este ya estaba en sacos:
“José dio también la orden de que llenaran de alimentos sus costales, que repusieran en cada una de sus bolsas el dinero que habían pagado, y que les dieran provisiones para el viaje. Y así se hizo. Entonces ellos cargaron el alimento sobre sus asnos y emprendieron el viaje de vuelta. Cuando llegaron al lugar donde acamparían esa noche, uno de ellos abrió su bolsa para darle de comer a su asno, ¡y allí en la abertura descubrió su dinero!” (Génesis 42:25-27).
Este complejo en Sakkara es único, nunca antes se ha encontrado nada semejante. William Hayes lo describe como una “verdadera ciudad, planificada y construida como una sola unidad hecha de piedra caliza blanca extraída de las colinas cercanas de Mukattam” (El cetro de Egipto, t. 1, p. 60).
El problema es que los egiptólogos tienden a catalogar todo lo que encuentran como “tumba real”, y así mismo han hecho con este complejo. La realidad es que este exhibe todas las características de haber sido un lugar muy activo, algo que concuerda perfectamente con la narración bíblica.
Cuando los hermanos de José vinieron a buscar el grano, se encontraron cara a cara con José, quien estaba supervisando la distribución. ¿A dónde fueron a buscar el grano? A cualquier lugar a donde estuviera almacenado y allí era a donde estaba José. Para poder guardar una cantidad tan enorme de granos se habría necesitado un área de almacenamiento enorme, tal como los pozos hallados en este complejo. También es lógico que los almacenes o graneros se hallasen en un lugar como este, con un área especial para el pago de la mercancía. A fin de cuentas, se trataba de un “negocio” que requería de un centro de administración.
Se ha escrito mucho sobre este complejo y de sus peculiares características que no pueden ser explicadas. De hecho, cuando se le pregunta a los egiptólogos para qué se utilizaban los grandes pozos, ellos admiten que no lo saben.
Algunos historiadores antiguos dicen que en una época se pensó que las pirámides eran los “graneros de José”. Esta historia tal vez tenga su origen en el hacho de que José diseñó la primera pirámide en el mismo complejo donde se almacenaban los granos. A pesar de lo que los “expertos” quieren hacernos creer acerca del complejo de la pirámide escalonada, las evidencias circunstanciales coinciden perfectamente con la historia de José. Este es uno de los sitios arqueológicos mejor preservados de Egipto entra las estructuras más antiguas. Esto es consistente con la preservación que Dios da a las evidencias importantes que confirman la autenticidad de su palabra.
La búsqueda de la tumba de Imhotep
La Biblia dice que José murió en Egipto y que fue embalsamado y colocado en un ataúd.
“José murió en Egipto a los ciento diez años de edad. Una vez que lo embalsamaron, lo pusieron en un ataúd” (Génesis 50:26).
“Moisés se llevó consigo los restos de José, según éste se lo había pedido a los israelitas bajo juramento. Éstas habían sido las palabras de José: «Pueden contar ustedes con que Dios vendrá en su ayuda. Cuando eso suceda, llévense de aquí mis restos” (Éxodo 13:19).
Quizá José tuvo su respectiva tumba real en Egipto, pero probablemente fue tomada y utilizada por otro, aunque esta es una mera suposición. Uno de los misterios más grandes de la egiptología es precisamente la tumba de Imhotep. Esta simplemente no aparece por ninguna parte aunque se supone que debería estar ubicada en algún lugar de Sakkara. Imhotep es tan importante para la egiptología, que en la guía turística de Sakkara, escrita por Jill Kamil, se menciona “la tumba de Imhotep” solo para explicar que esta no ha sido encontrada.
Cuando hablamos de “Imhotep, el médico” mencionamos que en los textos griegos antiguos se habla de un lugar cerca de Menfis donde las personas acudían a adorar a “Imhotep” y ser sanadas. Cuando los excavadores continuaron buscando la tumba de Imhotep cerca de la pirámide escalonada, encontraron un impresionante laberinto de túneles subterráneos llenos de ibis (aves) y de toros momificados (en galerías separadas). ¡las inscripciones y monedas encontradas en el lugar representan a las personas que acudían allí a ser sanadas! Habían encontrado el “santuario de Imhotep” del que hablaron los griegos.
Después de la dedicación de Imhotep como el “dios de la medicina” se le dio el título de “Jefe principal de los ibis”. Esta es la relación entre este laberinto e Imhotep. Los cientos de miles de ibis momificados que llenan los túneles fueron traídos como un tributo a Imhotep.
Más tarde se descubrió que estás galerías se conectan a un pozo que se extiende hasta una cámara subterránea que contiene un sarcófago vacío. También descubrieron que la cámara contenía una enorme mastaba que a su vez contenía una segunda cámara llena de vasijas de piedra rotas ¡Dentro de esta se encontraron jarras cuyas tapas tienen impreso el sello de Djoser!
Esta es una prueba indiscutible de que esta era la tumba de una persona muy importante del reino de Djoser. No se encontraron inscripciones en las paredes y el sarcófago estaba vacío. Hay otro detalle muy importante: la mastaba está orientada hacia el norte en vez que hacia el este, como están las mastabas en las otras pirámides. No hay duda de que esta es la tumba de un personaje muy importante del reinado de Djoser, pero el sarcófago está vacío.
¡En el lugar se encontró una inscripción de un autor griego anónimo que narra la forma en que fue sanado mediante un sueño! Sin duda, la evidencia concuerda de forma impresionante con la maravillosa historia de José narrada en la Biblia.
Madera laminada en el antiguo Egipto
Al final de la página 99 de “Saqqaa”, el libro que mencionamos anteriormente, se habla del conocimiento y uso de la madera laminada en el antiguo Egipto:
“…entre los restos de un ataúd, cuyos lados fueron elaborados con seis láminas de madera una sobre otra, con los lados rugosos alternándose, al igual que las tablas de madera modernas”.
Gracias a la muestra que tenemos en nuestro poder, sabemos que la madera encontrada en la borda del arca de Noé era laminada. El uso de este material en el antiguo Egipto prueba que esta técnica era conocida y utilizada en los primeros años de la civilización egipcia. Este conocimiento quizás pasó de generación en generación desde los descendientes de Noé cuando estos comenzaron a diseminarse por el mundo. ¡Cuánta tecnología debe haber perdido el hombre como consecuencia del diluvio! Todo un reto para nuestra imaginación.